Cuando Oswaldo Vigas llegó a París a finales de 1952, era un joven artista que ya tenía en su aval haber recibido el Premio Nacional de Artes Plásticas y otros reconocimientos en su país natal. Muy seguro de sí mismo, se ambientó rápidamente a la vida cultural de la ciudad participando en importantes salones como el Salon de Mai, junto a los grandes protagonistas del arte moderno europeo.

Es así que en 1955, mientras vive en París, el Ateneo de Valencia, en el estado Carabobo, Venezuela, le comisiona organizar una gran exposición internacional para homenajear los 400 años de la fundación de la ciudad. Vigas acepta y en su afán por la excelencia invita a los artistas más consagrados de la época, figurativos y abstractos, con quienes él tenía buena amistad.

La Exposición Internacional de Pintura, como se llamó esta muestra en Valencia, fue considerada una de las exposiciones más importantes realizadas en aquellos tiempos en Venezuela  y en toda América Latina. Debía serlo pues expusieron notables artistas como  Pablo Picasso, Max Ernst, Fernand Léger, Karel Appel, Jean Dewasne, Hans Hartung, Auguste Herbin, Charles Lapicque, Alberto Magnelli, René Magritte, Alfred Manessier, André Masson, Emilio Pettoruti, Gino Severini, Geer Van Velde, Víctor Vasarely, y otros más, así como los venezolanos residentes en París: Mario Abreu, Aimée Battistini, Omar Carreño, Narciso Debourg, Ángel Hurtado, Humberto Jaimes Sánchez, Pascual Navarro, Alirio Oramas y Jesús Soto. Picasso, Léger y Ernst, los más consagrados en la época, fueron declarados "fuera de concurso" por el jurado calificador integrado por Pedro Blanco, Eduardo Crema, Gaston Diehl, Carlos Otero, Inocente Palacios, Juan Rohl y Carlos Raúl Villanueva. El premio mayor le fue concedido a Alfred Manessier, cuya obra es parte de la colección del Ateneo de Valencia. Asimismo se otorgaron otros premios importantes como el Premio Shell a Oswaldo Vigas y el Premio Cervecería Caracas a Héctor Poleo. Recibieron distinciones Ángel Hurtado, Enrique Sardá así como Víctor Vasarely y Vieira da Silva. Otro grupo de artistas recibió menciones honoríficas.

Picasso participó con un óleo titulado Retrato de Madame D. Se trataba de una pintura realizada en 1954, momento en que el artista vivía en Vallauris, en la Costa Azul al sur de Francia, muy cerca de Cannes. La obra pertenece al período en que Picasso tenía como modelo a la artista y ceramista Sylvette David, cuyo nombre artístico es Lydia Corbett. Sylvette era vecina de su Villa La Galloise y contaba entonces 19 años de edad. Muchos la conocen como “la chica de la cola de caballo” y fue su perfil, con este peinado, una de las visiones que más fascinaron al pintor. Picasso realizó numerosos retratos de Sylvette siempre con su estilo expresivo definido, de formas sintetizadas dando prominencia a las líneas.

Para el momento de la exposición de Valencia, Picasso era ya un artista de reconocida fama mundial pese a que los años de posguerra significaron para él un momento de retiro voluntario de la vida pública. Vigas logró su aceptación para participar en la exposición porque fue a Cannes a conocerlo personalmente  gracias a la intermediación del pianista Humberto Castillo Suárez. Picasso los recibió en su nueva Villa La Californie, donde residía a partir de ese mismo año, el 1955. Fueron tres días de amenas conversaciones en los que Picasso fue con Vigas una persona amable y generosa, lejos de la fama de hombre difícil y temperamental. Por el contrario, su trato fue respetuoso e incluso tuvo un gesto de humildad pues, en cierto momento, Picasso le preguntó su opinión sobre su pintura, a lo que Vigas dio una respuesta que expresaba su admiración. De golpe, Picasso contestó que quien era un verdadero artista era Velázquez por lo cual, dos años después, pintó su famosa serie Meninas.

En esos tres días de conversaciones, Picasso debió percibir en Vigas el impulso necesario que lo haría el gran artista que luego fue. Como él, Vigas era un artista esencialmente figurativo que asumía su arte con aplomo y mucha expresividad. Ambos tuvieron algunas afinidades temáticas como el tema de los animales y principalmente el de las mujeres. Picasso retrató a sus diversas parejas a lo largo de las décadas en los estilos que le interesaba en cada momento indagar: realista, fauvista, cubista, expresionista. Para Vigas el tema femenino fue tratado más bien como una imagen arquetipal de acuerdo a la concepción cosmogónica que tenía de ella como diosa, mito o figura engendradora de vida.

No cabe duda que entre los dos artistas hubo no sólo una gran empatía personal sino también una conexión artística que de alguna forma se prolongó en el tiempo. Ambos fueron multifacéticos. Hicieron pintura, grabado, dibujo, escultura, arte textil, cerámica, y cada uno, en sus respectivas creaciones y períodos, trabajaron con disciplina y perseverancia. Vigas fue, como Picasso, un apasionado del arte pues gustaba explorar en diversos medios expresivos. Su experiencia con la cerámica, por ejemplo, tuvo sin duda alguna relación con Picasso. Precisamente fue en Vallauris, donde Picasso pintó el Retrato de Madame D, que tuvo una etapa fecunda haciendo cerámica en los talleres de Madoura y en Fournas. Durante las décadas cuarenta y cincuenta realizó numerosas piezas entre jarras, figuras zoomórficas y platos. Vigas, por otra parte, realizó cerámica mucho más tarde, en la década de los ochenta, cuando el Ateneo de Valencia le encargó un mural para su fachada principal. En honor a la cultura prehispánica de la región lo llamó Homenaje a la cultura Tacarigua. A partir de entonces realizó más de doscientas piezas entre platos, fuentes, bowls, escudillas, etc. Todo ello estaba en germen en el joven Vigas cuando en 1955 visitó al maestro andaluz.

Pese a la personalidad avasallante de Picasso, Vigas siempre estuvo consciente de preservar las cualidades estilísticas de su pintura. Tanto es así que luego de esta visita continuó realizando su serie Objetos, obras en las que predominaba un concepto constructivo y sintético, tendencia que ya había iniciado en 1952 con sus Composiciones constructivas. Pese a que son pinturas que tienden a la abstracción, Vigas mantuvo en estos trabajos las referencias al mundo orgánico y natural que forman parte del léxico propio de su perspectiva americanista. Luego del período constructivista, tuvo una breve etapa informalista y después retomó la figuración cuyas mujeres y otros personajes fueron distintivos de su estilo en toda su vasta producción.

Luego de una emotiva despedida, Vigas regresó a París prometiendo volver. Llevaba consigo la aprobación de Picasso para retirar de una galería de arte de aquella ciudad el Retrato de Madame D. La exposición de Valencia se realizó con enorme éxito. Sin embargo, Vigas no volvió a visitar a Picasso debido al impacto que le causó encontrar que en el catálogo de la exposición de Valencia figuraba el nombre del dictador de Venezuela, el General Marcos Pérez Jiménez, en vez de Pablo Picasso como Presidente Honorario de la exposición. Fue una sustitución inconsulta que mucho le afectó. La causa fue debido a que el patrocinante, la Creole Petroleum Corporation, condicionó el financiamiento para la impresión del catálogo exigiendo esta mención. En consecuencia, Vigas fue injustamente acusado por sus compañeros como cooperante del régimen cuando toda su vida fue un ferviente opositor. Molesto, destruyó los catálogos y sólo supo la verdadera explicación cincuenta años después.

Los tres días de contacto y conversación con Picasso perduraron siempre en su memoria. Si algo pudo unirlos es que ambos asumieron el arte de manera integral en sus vidas. Picasso es considerado como uno de los artistas más prolíficos de la historia. Lo mismo podemos de decir de Vigas, quien no dejó de trabajar aún contra cualquier adversidad. Hizo arte hasta el final. Hoy entendemos la razón de su trascendencia.

Susana Benko