Gracias a la intermediación del escritor venezolano Miguel Otero Silva, Oswaldo Vigas conoció a Wifredo Lam a finales de 1952, año en que recién llegaba a París procedente de Venezuela. Lam, casualmente, retornó a esta ciudad ese mismo año después de haber vivido mucho tiempo en España y en Francia, así como de haber pasado largas estadías en Cuba, su tierra natal, Estados Unidos y Haití. Desde este primer encuentro, se inició una larga amistad que duró hasta 1982, año del fallecimiento de este maestro del arte cubano y universal.

Tuvieron muchos puntos en común, lo que sin duda fomentó una gran empatía entre ambos artistas. Los unía, por supuesto, sus raíces latinoamericanas. Pese a los años que Lam vivió fuera de Cuba, estuvo siempre consciente de sus orígenes y mestizaje cultural. Tenía raíces asiática, africana y española por parte de sus padres. Esta mezcla racial y cultural es asimismo distintiva de estas tierras americanas desde la época de la Colonia. Lam nació y creció en Cuba percibiendo esta mixtura. Este mestizaje se proyecta en sus obras al crear figuras híbridas que forman parte del léxico característico de su pintura. A esto se suma el hecho de ser, además, un artista enteramente de su tiempo pues Europa y sus renovadoras vanguardias no pasaron en vano. Sus estancias en España entre 1923 y 1938 y luego en Francia desde ese año de 1938 hasta 1941, le hicieron conocer y asimilar los novedosos lenguajes de la modernidad: el cubismo, el surrealismo y a finales de la década de los cuarenta, el expresionismo del grupo CoBrA (1948-1951). Cuando Vigas y Lam se conocen, aún quedaba la vorágine que representó artísticamente ese grupo. Lam, como Vigas, fue muy amigo de Guillaume Corneille y, sobre todo, lo fue de Argen Jorn, dos de los fundadores de CoBrA. En tal sentido, no cabe duda que compartían el gusto por las expresiones fuertes en gesto y color. En cuanto a la figuración en sus respectivas pinturas es importante notar que tanto Vigas como Lam sienten profunda admiración por los símbolos y las figuras propias de las artes arcaicas o tribales tales como el arte africano, el de Oceanía y por supuesto, del Caribe. La presencia de los rostros de las máscaras africanas, así como elementos del mundo de la Santería, tan practicada en Cuba, son notables en la pintura de Lam como lo es cierta similitud de las figuras femeninas de Vigas con las figulinas prehispánicas. Este mundo arcaico, remoto, se activa y potencia en el arte de estos artistas. No obstante, como escribiera el crítico Gaston Diehl, la vuelta a las fuentes en Vigas se transforma luego en un lenguaje personal cuando fusiona en una misma figura la naturaleza vegetal, animal y mineral “para desembocar –como dice este crítico francés– en una verdadera trascendencia humana”. En otras palabras, la pintura de Vigas llega a la esencia primera, al origen de la vida cuando todo organismo vivo concentra los diversos géneros para derivar luego todas las especies que conocemos. Esta voluntad de trascendencia a través del arte y de crear una cosmogonía propia que a su vez es enteramente americana, no sólo es una gran fortaleza en el arte de Vigas sino también su más importante distintivo.

Además de las empatías artísticas que ambos tenían, hubo asimismo circunstancias que ayudaron a profundizar esta amistad. Por una parte, coincidieron en importantes exposiciones colectivas. La primera de ellas fue el X Salon de Mai realizado en 1953 en el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris. Vigas y Lam expusieron asiduamente en él, junto a otros importantes artistas internacionales. Luego, a raíz de una muestra colectiva de arte cubano en Venezuela, Lam tuvo oportunidad de visitar a la madre de Vigas en Valencia, estado Carabobo, junto al artista Héctor Poleo, en 1954. Ya para entonces la amistad entre ambos era estrecha, al punto de que Vigas era uno de los pocos artistas que tenían la confianza de Lam para entrar en su taller.

Carlos Raúl Villanueva, por otro lado, invitó a Lam a realizar un mural para su proyecto de Síntesis de las Artes Mayores en la Ciudad Universitaria de Caracas. El mismo está ubicado en el Jardín Botánico. Ya Vigas había realizado sus cinco murales situados en la Plaza del Rectorado. Años después, en 1962, coincidieron nuevamente en otro evento de importancia: la gran muestra L' Art Latinoaméricain à Paris que se presentó en el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris, la primera exposición del arte de este continente realizado en esa ciudad. Ambos formaron parte del comité organizador. Con ellos estaban Agustín Cárdenas, también de Cuba, Roberto Matta y Enrique Zañartu de Chile, Rodolfo Krasno, Rolando de Juan y Alicia Penalba de Argentina, Silvano Lora de Santo Domingo y Arturo Luis Piza de Brasil y Perán Erminy de Venezuela.

Oswaldo Vigas y Wifredo Lam son dos grandes artistas latinoamericanos. Su obra representa la esencia de la americanidad. Supieron conciliar, cada uno a su manera, el lenguaje de la modernidad sin perder por ello su idiosincrasia e identidad. En base a este entendimiento es que principalmente se fundamentó su amistad.

Susana Benko