Cuando se piensa en la pintura de Guillaume Corneille, plena de color, de poesía y de invención de criaturas y bestiarios, es fácil imaginar la razón por la que éste y Oswaldo Vigas tuvieron en París una buena amistad. La frecuentación de ambos artistas se debía, además, a una empatía hacia las expresiones libres, a su pasión por las llamadas “artes primitivas” (más precisamente a las artes de África, Oceanía y América) y sin duda, porque ambos eran amantes de la poesía.
Corneille nunca se ajustó a las normativas académicas de las escuelas de arte. Vigas tampoco. Antes de salir de Holanda, Corneille sintió atracción por la pintura de Matisse, Picasso y el surrealismo. Tuvo especial predilección por la obra de Paul Klee y de Joan Miró. Se adhirió cada vez más a formas experimentales, interés que compartió con otro gran artista holandés, Karel Appel, a quien Vigas tuvo asimismo oportunidad de conocer. Con Appel y Constant, Corneille funda Reflex y el Grupo Experimental de Holanda en 1948 pero luego en París, en ese mismo año, todos ellos conforman el movimiento internacional CoBrA junto con otros artistas, el danés Asger Jorn y los belgas C. Dotremont, Pierre Alechinsky y J. Noiret. El nombre CoBrA refiere a: Copenhague, Bruselas y Ámsterdam, ciudades de origen de sus integrantes, quienes impulsaron un movimiento de corte expresionista de trascendencia internacional, estrechamente ligado a la corriente neofigurativa que comenzaba a estar en boga en Europa y en América. El grupo CoBrA, como se le conoce, duró hasta 1951.
CoBrA se distinguió por fundamentar sus procesos creativos en la espontaneidad y libertad absolutas. Fue una manera de adversar a las corrientes constructivas promoviendo una pintura hecha con vehemencia y arrojo. Se inspiraron en el arte popular de sus respectivas culturas, en los dibujos infantiles, en el arte de la prehistoria, intereses todos que asimismo tenía Oswaldo Vigas. No es de extrañar que la figuración tan expresiva y vital de Vigas tenga su sustrato en las formas arcaicas de la prehistoria. Muchos años después, como tema de una entrevista, Vigas ha realizado importantes señalamientos en relación a este punto: “La base del arte está en la prehistoria. Comienza con el hombre en las cavernas, en las grutas. Ahí comienza el arte moderno”. Consideraba clave entender su obra desde la vinculación con el pasado: “Al pasado más atávico, pero al más remoto”. Comprender esta noción implica asimismo entender la relación del arte de CoBrA y de Vigas con el art brut y el dibujo infantil, manifestaciones que, además, presentan un punto común: son imágenes que surgen de la inmediatez del pensamiento, sin cortapisas ni razonamientos preestablecidos, tal como promovían los surrealistas. De allí a su vez la vinculación tan estrecha con este movimiento. Asimismo, todos ellos apreciaban en particular la pintura de Jean Dubuffet y de Wilhelm De Kooning, artistas que de alguna forma abrieron las pautas pictóricas del neofigurativismo, movimiento que comenzó a desarrollarse mundialmente a partir de la década de los cincuenta.
La idea de un arte desenfrenado aparece con manifestaciones como las de CoBrA. En Vigas sucede muy especialmente en la pintura que realiza a partir de los años sesenta, luego de una breve, pero significativa etapa matérica e informal. Vemos este desenfreno de gestos y color, con trazos violentos y espontáneos en obras como Huella informe (1961), Cabeza gestual (1962), Diablo (1962), Géminis (1962) como en su serie de Aparecientes de ese año, así como en sus Cabezas, Formas espontáneas y en series realizadas a mediados de esa década: sus Personagrestes, María Lionzas y otras Señoras.
No es gratuito que el crítico francés Jean Clarence Lambert haya señalado que la pintura de Vigas representa “al CoBrA latinoamericano”. Precisamente Lambert es uno de los estudiosos más acuciosos de la pintura de aquel grupo. La comparación no es descabellada si bien es cierto que cada quien realizó su obra en momentos y en circunstancias diversas. El arte de Vigas se inserta en un neofigurativismo latinoamericano, movimiento que en un principio estuvo a su vez relacionado con CoBrA. No obstante, hay un aspecto que en el caso de Vigas adquiere un acento peculiar: la certeza y seguridad de lo que él estaba haciendo. Vigas no ha sido un artista de modas. Siempre se ha mantenido muy “Vigas”: un artista muy claro en sus objetivos, abierto a los cambios tal como él lo ha sido con su propio trabajo y siempre dispuesto a cordializar con aquellos, como Corneille, le unía alguna empatía espiritual y estética como era la pasión compartida por el arte, la poesía y las expresiones arcaicas de donde brotan las simientes de nuestra cultura occidental
Susana Benko
- Corneille with Oswaldo Vigas, 1993
- Corneille
Le hommedans la ville, 1952
- Oswaldo Vigas
Tabernáculo, 1954