Oswaldo Vigas muestra las obras que afeitó en París
Edgar Alfonzo-Sierra
El Nacional,
Caracas, Venezuela . 1 de Marzo de 2002
Los primeros pasos de un venezolano en Europa
Carlos Raúl Villanueva pidió al pintor cinco murales para la Ciudad Universitaria de Caracas, proyecto que desarrolló entre 1952 y 1957 en Francia. Una selección de esas piezas y obras sobre lienzo se exhibirá desde el domingo en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber.
“El maestro Carlos Raúl Villanueva me decía: aféitalos; afeita las formas. En esos primeros años en París yo simplifiqué la expresión de mis cuadros. Reduje mi inquietud a su alma, a su sustancia, sin perder el sentido inicial que había alcanzado en Venezuela. En ese momento dejé las cosas en el esqueleto, en la esencia”.
Así explica el maestro Oswaldo Vigas sus primeros cinco años en París (1952-1957), ciudad a la que llegó en un viaje que, en principio, iba a durar sólo seis meses. Vigas había ganado el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1952, lo que lo había hecho merecedor de la estadía en el extranjero. El artista sólo contaba con 26 años y ya había recibido importantes galardones del país, entre otros, los premios Arturo Michelena, Lastenia Tello y Ateneo de Valencia, del Salón Arturo Michelena, además del Premio John Boulton del Salón Oficial Anual de Arte Venezolano.
“Salí de Venezuela por primera vez en barco. Abordé un trasatlántico, lo que es una experiencia de viaje de la que hoy no se tiene idea. En ese momento, Villanueva me acababa de encargar cinco murales para la Ciudad Universitaria de Caracas y los hice en París. Lo tenía a él como consejero y yo lo escuchaba realmente. Me dio esa orientación de depurar los cuadros, una necesidad de simplificación que, de algún modo, ya yo intuía. Esa solicitud de Villanueva me introdujo en ese nuevo formato de obras públicas de grandes dimensiones. Desde París, empecé a enviarle las maquetas de estos trabajos, copiadas sobre papel”.
Una selección de obras de este período del pintor se exhibirá, desde el domingo, a las 11:00 am, en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, con el nombre de Oswaldo Vigas. Ideografías de París 1952-1957. La curaduría de la exposición ha sido realizada por Carlos Silva, quien escogió parte de los proyectos murales mencionados y reproducciones en gran formato de los mismos, así como óleos sobre lienzo, guaches y dibujos que fueron desarrollados a la par. Un total de 200 obras están reunidas allí.
“Yo era el único venezolano que no asistía a la academia de arte abstracto de Victor Vasarely —explica Vigas—. Por eso, mis murales no tienen relación con los de otros artistas del país, como Pascual Navarro o Mateo Manaure. Los míos son cosas más orgánicas, quizás los más orgánicos de ese período. Obras ligadas a la naturaleza, que otros no tienen. Yo continué mi trabajo con los cuadros en los que se aplica el criterio del arte constructivista, pero con sentido latinoamericano. Para el momento, yo no conocía la obra de Joaquín Torres García y así se comprende que la mía no se pueda leer dentro del constructivismo latinoamericano específico de él”.
Uno de los mayores intereses de esta muestra radica en que es testimonio de una época en la cual el artista inició su proyección internacional. Años en los que Vigas presentó su primera exposición en París, con la presencia de Max Ernst, Vasarely y Dewasne, así como muestras en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y galerías de Houston, Amiens, Ginebra y Venezuela.
Intersticios geométricos
Carlos Silva
Lo geométrico nunca había sido ajeno a nuestro pintor y no aludo a sus trabajos de formación, entre 1943 y 1949, en los cuales, como en todos los artistas aprendices de su generación, era deudor del Picasso cubista y de Kandinsky. Me refiero a que, cuando Vigas se consolida como autor, en obras como Muchacha del abanico y El caucho (1950); Bruja del tapiz amarillo y Bruja del ramito (1951); y Gran bruja (1952), el expresionismo de entonces, que signará gran parte de su producción, es controlado mediante recursos lineales configurados en círculos, rectángulos, trapecios, grecas, pequeñas cuadrículas, cruces de Lorena, ovoides, lóbulos, triángulos de lados cubiformes, etcétera. Ello servía de equilibrio y contención a la intensa vehemencia icónica de los personajes (que de otro modo se hubieran hecho tan insoportables al espectador como lo fueron muchas pinturas de expresionistas como Munch, Soutine, Nolde, Beckman), pues, y por encima de todo en esa época, el modo alegórico se había posesionado de Vigas y la representación alegórica exige el control y la constricción de lo demoníaco.
Oswaldo Vigas atravesó por varias etapas en su proceso creativo, con un inexpugnable espíritu de investigación para el cual se había ido preparando en sus geometrizaciones caraqueñas, con la conciencia del intermitente declive y realce del objeto representacional, y percibiendo que la abstracción geométrica era una gran vía del arte pero, ciertamente, no la única, y sobre todo que debía ser recorrida en un estado de interpretación constante, buscándole los intersticios, como se demuestra en esta exposición.
