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    Oswaldo Vigas
    Juan Liscano
    El Nacional
    Caracas, Venezuela. 1990

    El mundo de las artes plásticas venezolanas cambió muchísimo desde los bienaventurados tiempos de la llamada Escuela Paisajística de Caracas, cuando los pintores y críticos se sentían hermanos ante la indiferencia de la sociedad. Sólo unos cuantos refinados de familias pudientes compraban cuadros. Fue la época en que Alfredo Boulton inició su gran labor de animador, crítico y adquiriente de cuadros. La llegada de una pintora a la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, Elisa Elvira Zuloaga, constituyó el aliento generoso y gracias a ella nació el Taller Libre, en 1948-49. Para esa época la Escuela de Artes Plásticas entraba en crisis y se apartaban de ella alumnos notables.

    Hoy en día el marchandage, la predominancia de subastas, la calificación en función únicamente de los precios, la parcialidad de los críticos o la ausencia de ellos, convirtieron las relaciones humanas en peleas de gallo. Por eso me aventuro con temor a emitir las siguientes apreciaciones favorables a Oswaldo Vigas, con motivo de la imponente exposición retrospectiva y actual de la obra suya en el Museo de Arte Contemporáneo. Aplaudo que se le rinda homenaje a un pintor venezolano vivo.

    Vigas llegó al Taller Libre a los 23 años, definida ya su vocación de pintor y su decisión de apartarse del paisajismo. La exposición muestra ilustraciones para poemas y guaches sorprendentes para esa época, porque experimenta con tendencias expresionistas abstractas. De Guacara pasa a Mérida y allí encuentra dentro de sí la figuración de la fémina. Esta presencia persistirá en toda la obra cumplida hasta ahora, multiplicando lo que él mismo llamó Brujas desde 1951. Con la Gran bruja obtendrá en 1952 el Premio Nacional de Artes Plásticas y con otra figuración femenina, Mujer, el Premio John Boulton. Ese Decimotercer Salón de Arte Venezolano (1952) lo consagró a los 26 años. Viajó entonces a París, donde se residenciará durante 12 años.

    Al recorrer con atención su magna exposición se descubre que las brujas distan mucho de ser el único motivo o tema de Vigas, aunque hayan persistido en su interior, como arquetipo, todo el tiempo. Arquetipo de femineidad simbólica y bivalente relacionada, sin duda, con el ser excepcional, según todos los que la han conocido, de Nieves Linares Rodríguez Michelena de Vigas, su madre. La vida y la obra de este pintor manifiestan dependencia positiva y creativa hacia la mujer, a las que debe mucho, tanto a la madre como a la esposa, Jeanine, su más devota admiradora. Las figuraciones femeninas buscan ser más: signos telúricos, símbolos, diosas madres, niñas temibles, portadoras de emblemas.

    Sería un error limitar la apreciación de esta obra de imponente expresionismo visceral, a las brujas. Para demostrarlo están los experimentos gestualistas, la serie de Objetos, los personajes, las parejas, las selvas. La impronta de Vigas está en los colores a veces violentos o más opacos, las cerámicas —no expuestas—, los tapices, las esculturas. Esta exposición significa más de 40 años de trabajo continuo, centrado en un complejo intelectual de telurismo, ceremoniales mágicos, ofrendas rituales, personajes fantásticos y fragmentos tumultuosos de naturaleza despedazada, de animalidad fantasmal reducida a dentaduras y crestas, plumas y alas. Vigas no sólo se nutrió de sí mismo, sino también de procedimientos expresionistas del momento vivido en París —principalmente Picasso y Lam—, de una figuración empleada en crear síntesis deformadas y surreales con poder sugerente. Mas lo importante y más digno de tomarse en cuenta es el grafismo, la composición, las relaciones violentas y armoniosas de los colores, las texturas, la manera de llenar o descubrir el espacio, la escritura pictórica. Tales apreciaciones corresponden más a un crítico especializado en artes plásticas que a nosotros, atraídos por factores anecdóticos y culturales.

    Felizmente la magnitud de esta obra y sus diferentes planos de valoración quedan recogidos en la publicación de Armitano y en el texto de Gaston Diehl que tuvimos el placer de traducir. Recomendamos la adquisición de este volumen. Además de las planchas en color, contiene referencias biblioheremográficas, onomásticas y un resumen biográfico acompañado de fotografías interesantísimas. De las paredes del museo, su obra pasa a las páginas de un libro admirablemente compuesto.

    Del Vigas polémico no hablaremos. La defensa de su generación y del arte figurativo forma parte de las marejadas que rompen hoy contra los contornos de las artes plásticas. Vigas eligió ser pintor, y lo es a cabalidad, eso es lo definitivo.