Las brujas de Oswaldo Vigas desembarcan en el Museo de Bellas Artes
Por: Cecilia Valdés Urrutia
El Mercurio
Santiago de Chile, Chile . Enero, 2015
Primera vez en Chile – Antología del Maestro Venezolano (1943 – 2013)
Las sombras de los árboles y las olas del río Cabriales, en el estado de Carabobo en Venezuela, fueron los primeros paisajes que rodearon a Oswaldo Vigas. Y sus primeras obras fueron intensamente barrocas, habitadas por personajes fantásticos extraídos de lecturas dispersas de la historia del arte y de conversaciones con jóvenes amigos poetas. Se internó en el mundo estético de las culturas prehispánicas y le impresionó una figura femenina: "la Venus achatada de ojos grano de café". Tomó rasgos de ella para su misterioso personaje: las brujas. Su gran tema y estética.
Premio Nacional de Arte en Venezuela y ganador de decenas de distinciones, como la Orden Andrés Bello y comendador de las Artes y Letras, otorgado por el gobierno francés, los aportes de Vigas (1926-2014) podrían resumirse en dos hechos: "Su fidelidad a la pintura-pintura en momentos en que se la desdeñaba, y el dirigir su mirada creadora hacia culturas ancestrales de Latinoamérica, que no eran tomadas en cuenta para crear un lenguaje universal".
La comisaria venezolana, ex presidenta de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), sabe bien de lo que habla: es una de las mayores expertas en Vigas. Y es reconocida como una personalidad en el arte de Latinoamérica. Muy cercana a artistas como Fernando de Szyszlo y el maestro Jesús Soto, este último visitaba constantemente la casa de la comisaria "con su guitarra y nos cantaba boleros. Se interesaba mucho, además, en lo que hace mi marido, Vidal, que es científico e investigador en el campo de la genética y bacteriología. Me extrañaba, eso sí, que Soto siendo cinético se volcara más en los científicos físicos que en los cuánticos", revela.
Vigas disentía del arte cinético, pero no por eso dejó de admirar a Jesús Soto y Carlos Cruz Diez. "Oswaldo era un hombre de carácter fuerte y muy generoso con los otros artistas. Pero consciente de lo que valía su pintura, la defendió contra todo y contra todos. Pintaba de la mañana a la noche, de allí la enorme cantidad de obras que produjo", cuenta la curadora. Solo 70 pinturas escogidas del maestro venezolano llegan el jueves al Museo Nacional de Bellas Artes.
La antología -que gira por Latinoamérica, organizada por la Fundación Vigas con sede en Estados Unidos- se articula en torno a la pintura figurativa expresionista del autor. Y "se sustenta en la coherencia conceptual de un artista que nunca se sumó a las modas", resalta Bélgica Rodríguez, quien junto al actual presidente de AICA, Marek Bartelik, llegan a Santiago para la exposición de Vigas. Dialogarán sobre los aportes del artista al arte latinoamericano, durante un encuentro en el museo, a las 18:00 horas, el mismo día de la inauguración.
La Venus achatada y la Gran bruja
Oswaldo Vigas relató cómo fue dándole forma a su primera bruja, que extrajo de "la Venus de ojos grano de café". Cuenta que "después de aplastarle la cabeza, le estiré el cuello, le puse a relucir las costillas, le arranqué dedos de las manos y los pies. Le hice crecer algunos ramos de los árboles y frutas tropicales, y para que nadie del reino animal se sintiera, cubrí la bruja con óxido y cristales...".
Esa Gran bruja (de 1951) -que levantó fuertes polémicas en su país por el planteamiento conceptual- le valió muy luego el Premio Nacional de Arte, en 1952. En la pintura aprovechó la coyuntura de "los cuestionamientos al lenguaje pictórico y los trastroca fragmentándolos a su mínima expresión".
A él le interesa la percepción directa y las sensaciones fluidas. Las brujas son agresivas y a la vez amables, cercanas al expresionismo figurativo propio de las vanguardias históricas europeas y de Nueva York", subraya la curadora.
Durante los años 50, en París, Vigas da también un giro hacia lo geométrico y abstracto: sus brujas se vuelven más sutiles. Es invitado a participar en murales como el "Proyecto de integración de las artes", en Caracas, hoy patrimonio de la humanidad. Trabajan ahí artistas como Fernand Léger, Víctor Vasarely y Alexander Calder.
El artista venezolano pasa por una etapa constructivista, otra informalista, pero mantiene el tema de la misteriosa cosmogonía prehispánica con la figura de la fecundidad incluida -"la bruja de Vigas"-, presente, incluso, en pinturas donde parece alejarse de la figura", precisa la comisaria.
Un análisis detenido de sus pinturas descubre bajo las capas pictóricas trazos de la figura de la bruja. "Su interés por esa forma perdura y se revela que es siempre la misma bruja. Mantienen también las razones que lo llevaron a preocuparse por el pasado prehispánico, especialmente de su país, Venezuela".
Rodríguez destaca entre las obras clave que llegan al museo: Ciudadano elector, 1943, una pintura seminal que abre compuertas formales y conceptuales al inicio de la producción. Bruja Infante, 1961; Floreciente, 1967; Oleronesa, 1980; Diablesco, 1999; Con un pájaro en la cabeza y Gran curandera, del 2011.
Cercano a Matta, Lam, De Szyszlo
Pero al observar las pinturas de Vigas se encuentra una similitud formal con cierta iconografía de Lam, Matta y con el grupo europeo CoBrA. Y en su vertiente más constructiva hay un claro parentesco con el uruguayo Joaquín Torres García, como plantea el curador Ernesto Muñoz, en el libro catálogo.
La comisaria venezolana admite que Lam, Matta y Vigas "desarrollan estéticas plásticas totalmente diferentes y -paradójicamente- son similares. Los tres tienen influencia de Picasso, del cubismo. Los tres se interesaron por el surrealismo. Indagaron en el ser humano, en la naturaleza, en las creencias y en las culturas prehispánicas para elaborar un alfabeto que los identificara como artistas latinoamericanos universales".
La investigadora sostiene que ninguno influyó en el otro en la imagen, "pero sí hubo influencia desde lo conceptual. El surrealismo picassiano les ofreció herramientas que contribuyeron a su desarrollo como artistas". Y Vigas conoció a Picasso. Los presentó un amigo pianista en la casa del autor de "Las señoritas de Avignon", llamada La Californie, en Cannes. Allí, un joven Oswaldo Vigas se fotografía junto a un distendido Pablo Picasso en traje de baño, que disfruta intensamente del verano en la Costa azul.
El venezolano se hace amigo también de Matta y Lam, en el París de los años 50. Comparte encuentros parisinos con el artista argentino Antonio Berni (creador del personaje Juanito Laguna) y con Fernando de Szyszlo. El pintor peruano lo conoció en 1953 y recuerda: "Yo había regresado a París, desde Lima, y no encontraba un sitio para vivir dentro de mis modestas posibilidades. Vigas me ayudó a instalarme en el pequeño hotel donde vivía, el hotel de Poitou, situado en el número 22 de la rue de Seine, en Sain Germain de Prés. Jesús Soto había estado antes ahí y en ese momento se hospedaban el escultor venezolano Víctor Valera, el poeta cubano José Álvarez Baraga, el músico peruano José Malsio y varios más".
Vigas trabajó también en el atelier de grabados de Hayter. Y tampoco fue totalmente ajeno al ambiente del arte en Chile: su antepasado Arturo Michelana (1863-1898) fue retratista del gran escultor nacional Virginio Arias. Esa obra integra la colección del Bellas Artes, agrega Muñoz.
Pero es el aporte y calidad de la obra de Oswaldo Vigas lo que lo hace ser uno de los "pioneros del arte latinoamericano", afirma Bélgica Rodríguez. Y "en comparación con sus contemporáneos, el maestro venezolano se sostiene tan alto como un Lam o Matta. Solo que por no militar en una tendencia en particular tuvo que remar en solitario". Vigas se mantiene como un "pintor-pintor" cuando se denuesta el lenguaje y no transa con las modas.
