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    Homenaje a la historia: Oswaldo Vigas en el Museo de Arte Moderno de Bogotá
    Por Sara Roffino
    Blouin Art Info - Pintores Modernos
    EE.UU. 15 de agosto de 2015

    La obra del pintor y escultor autodidacta venezolano Oswaldo Vigas se puede leer como la historia de 70 años del modernismo en América Latina. Al mismo nivel de artistas de la talla de Roberto Matta, Rufino Tamayo, y Wifredo Lam, Vigas, quien falleció en 2014, fue un artista prolífico en el ambiente modernista de su tiempo quien no recibió la aclamación que merecía, estando a la par con la de sus contemporáneos. Una retrospectiva itinerante de su obra, curada por la escritora, historiadora y ex directora del Museo de Arte de las Américas Bélgica Rodríguez, trata de abordar este descuido, ofreciendo una pequeña ventana a través de la cual los espectadores puedan apreciar una pequeña muestra entre las miles de obras de Vigas que incluyen pinturas, obras sobre papel, esculturas y tapices.

    Vigas ya pintaba a lo largo de su infancia en el estado de Carabobo, y continuó pintando después de inscribirse en la escuela de medicina, logrando al mismo tiempo que completaba sus estudios, exponer y participar en la vida cultural de Caracas. Poco después de su graduación, recibió el Premio Nacional de Bellas Artes, y en el periodo de año se fue a París, donde vivió en un hotel en Saint Germain des Prés con muchos otros artistas latinoamericanos. Después de 12 años en Paris, a mediados de la década de los 60, época en la cual ya había establecido su papel como artista, regresó a Caracas y se embarcó en su carrera dentro de las instituciones de arte de la ciudad, sirviendo como director del Instituto Nacional de Cultura, el Consejo Nacional de la Cultura, el Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Nacional, resultando de todas estas relaciones expansivas, una amplia variedad de obras.

    Son evidentes las influencias del cubismo, el expresionismo, el constructivismo y el informalismo, y representan a un artista que consistentemente reconsideraba los enfoques establecidos hacia la pintura, y los integraba en su práctica. Organizada por orden cronológico, la exposición es un inventario visual que hace un seguimiento de las relaciones, movimientos y pensamientos que Vigas tuvo durante toda su vida. Por ejemplo, la serie en blanco y negro Objeto de mediados de los años 50, representa un interés en el constructivismo, un movimiento que había alcanzado su más alto nivel y que había llegado a América Latina dos décadas antes, pero hay un estilo en el uso del pincel en las obras que los obliga a negociar con el informalismo. En los años 60, Vigas se enfocó hacia un discurso directo con el expresionismo abstracto que puede ser observado en obras como Plegaria y Bestiario, ambas del año 1963. Nunca se adhiere totalmente a la figuración o a la abstracción, o hacia ninguna escuela de pensamiento en particular, sino que emplea e integra muchos de los elementos de muchas de ellas, como puede percibirse en las últimas obras de Vigas. En sus obras Festejantes XVIII, del año 2010, y Pareja Sentimental, del año 2012, se puede apreciar el uso de una paleta mucho más brillante que antes y la presencia de figuras claras, casi abstractas.

    Además de los muchos intereses de Vigas, él, como muchos otros artistas latinoamericanos del siglo 20, mantuvo una profunda fascinación por la iconografía precolombina. Sus brujas -representaciones modernistas de la antigua estatuilla de la Venus de Tacarigua- son las obras por las que Vigas es más ampliamente reconocido. Bruja Infante, del año 1951, se erige como un ejemplo de ello, con fuertes líneas negras que contornean la cabeza oblonga de la figura, el cuello extendido, y el torso, que se divide en rectángulos largos que diseccionan dos pechos desiguales. La pintura es delgada, y en su mayor parte, el color está reservado. Dos excepciones a el color escaso están en la cara - uno es una forma circular asimétrica en color carmín, el otro una boca verde oscuro- donde la pintura es lo suficientemente gruesa como para ser cortada a través de todo el lienzo por pequeños patrones de líneas abstractos.

    En muchas de las obras de Vigas, desde piezas geométricas, como su serie Formas, de 1955 hasta 1956, a pinturas posteriores como Presencia Animal, del año 1999, se puede ver la relación con los tejidos Paracas, textiles tejidos hace casi 2.000 años por los pueblos andinos para envolver a los cuerpos para su protección a la hora de la muerte. Génesis, una pintura de gran escala de 1980, va más allá de hacer referencia a dichos Tejidos. Su tono carmesí es el mismo que el de los textiles, la tosca representación de un pájaro, y su título, ilustran claramente el homenaje de Vigas a la historia, un homenaje que en muchas maneras define la pintura moderna de América del Sur. Al existir en algún lugar entre la posibilidad y la imposibilidad de la representación, Génesis de Vigas también existe en ese espacio intersticial entre la historia y el presente. Ello explica naturalmente, que la Fundación Vigas esté trabajando de una manera similar a la del propio artista, tratando de preservar y contextualizar un legado histórico dentro de un discurso contemporáneo que es en sí mismo una consecuencia de esa historia.