Vida en Europa
1952 – 1964
“... No he sido nunca rigurosamente abstracto, ni
rigurosamente figurativo. Lo que he tratado de ser siempre es
rigurosamente Oswaldo Vigas...”
Oswaldo Vigas, 1958.
En los años 50, Paris era indiscutiblemente la capital mundial de las artes, en la que todo joven artista deseaba vivir de primera mano la experiencia del modernismo, ya fuera asistiendo a diferentes clases o visitando los talleres de artistas reconocidos. Luego de recibir el Premio Nacional en 1952, Vigas se mudó a Paris y estableció su estudio en el Barrio Latino, donde pronto se convirtió en parte de la escena cultural circundante, lo que sin lugar a dudas, fue una de las experiencias más importantes de su vida. Trabajaba intensamente en sus pinturas conoció a artistas y escritores como Max Ernst, Wifredo Lam, Octavio Paz, Violeta Parra, Roberto Matta, Victor Vasarely, Auguste Herbin, Baltazar Lobo, y Jean Arp. En 1955 conoce a Pablo Picasso en un viaje que hiciera a la casa del maestro en el sur de Francia, un encuentro que fortaleció la creencia de Vigas en la modernidad, en la que el artista español era un destacado representante. En 1962 el artista participó en la exposición parisina de arte latinoamericano más importante hasta la fecha, en el Musée D´Art Moderne de la Ville de Paris, junto a Berni, Lam, Matta, Tamayo, Toledo y otros.
Impregnado de todas las tendencias artísticas en boga en ese momento, Vigas toma lo que necesita para vincular su propio lenguaje visual al imaginario norteamericano y precolombina. Sus años en Paris estuvieron marcados por un aumento en su reflexión personal sobre su identidad y sus raíces, así como también sobre los “ismos” y sus protagonistas contemporáneos.
A principios de los años 50, Vigas fue invitado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva a participar en su proyecto Integración de las Artes en el campus de la Universidad Central de Venezuela, una obra maestra de planificación urbana que fusionó la arquitectura con varias de las otras artes, y que finalmente fue declarada, en el año 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Durante este periodo Vigas se interesó progresivamente en la escena cultural de Nueva York, con la cual ya estaba bastante familiarizado debido a sus constantes visitas a los Estados Unidos de América para participar en importantes exposiciones como la Gulf Caribbean Show en el Museo de Bellas Artes de Houston, el Museo de Bellas Artes de Dallas, el Museo de Artes de San Diego, y la Galería Anita Shapolsky en Nueva York. Vigas se interesó en las obras de artistas Norteamericanos como Jackson Pollock, Mark Rothko y Sam Francis, quienes estaban experimentando con el Informalismo como respuesta a la gran demanda por la abstracción geométrica que prevalecía en los Estados Unidos de América.
A finales de la década de 1950 y principios de 1960, Vigas liberó su práctica artística de la abstracción y otras estructuras formales entonces de moda, y se centró en la fuerza impulsora de las emociones, la sustancia de sus materiales y el acto mismo de cuadro. La textura, el movimiento y el gesto permitieron a Vigas involucrar algunas de las mismas fuerzas que se decía que impulsaban el abstraccionismo: principalmente, lo primario, lo espiritual y lo metafísico. Aunque a menudo se aventuró más allá de la figuración, Vigas no se desvinculó por completo de las figuras, y todavía emulaba con frecuencia animales y otras bestias, mientras el informalismo y el expresionismo se apoderaban de su imaginación y marcaban el rumbo de la siguiente década de su trabajo.
Después de vivir y trabajar en París durante doce años, Vigas regresó a Venezuela en 1964. En esta época Vigas vuelve a sus raíces, reflexiona sobre su identidad, y en su obra se fusiona lo divino, lo humano y lo animal con una fantasía poderosa y desenfrenada.
Texto
Susana Benko
Amalia Caputo

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