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    Tierra y fuego. Cerámicas de Oswaldo Vigas
    Fundación BBVA Banco Provincial, Caracas, Venezuela.
    2007

    Con la exposición Tierra y Fuego, la Fundación BBVA Banco Provincial desea rendir homenaje al maestro Oswaldo Vigas, destacado artista de fecunda y extensa trayectoria que continúa desarrollando en diferentes campos de la plástica.

    Esta muestra nos comunica un aspecto asombroso e inédito en la dilatada e incansable actividad artística del maestro. Se trata de una selección de su obra en cerámica, ejecutada específicamente durante el año 1981, época en la que le fue encomendada la creación de un mural para la fachada del Ateneo de Valencia. El espíritu inquieto e investigador del maestro Vigas lo impulso a entrar en contacto con dos de los elementos vitales —tierra y fuego— lo que le permitió experimentar y aplicar su vasto conocimiento de la forma y el color a esta fusión, que lo hizo adentrarse en la singular magia de la alquimia.

    Vigas ha logrado infundir a la cerámica su particular visión artística y al mismo tiempo ha logrado que estos objetos nos transmitan su mundo de una manera concentrada como si se tratara de un sello que resume su obra.

    Las cerámicas que conforman esta exposición fueron originadas por los dibujos que Vigas, desde su memoria, guardaba sobre soportes diversos como recibos, facturas y papeles que utilizaba en su cotidianidad. Estas imágenes fueron postineramente llevadas a la cerámica retomando bocetos aparentemente olvidados -característica que nos muestra la atemporalidad en la obra del artista- donde parece no existir una progresión en el tiempo sino que este adquiere una dimensión cíclica.

    Las piezas, únicas, irrepetibles y frágiles son concebidas coma joyas y se han querido presentar como los objetos preciosos que son. Placas con relieves y platos pintados, poco conocidos, han sido dispuestas sobre la base de una propuesta museográfica que destaca la técnica, subraya la temática y realza el cromatismo de esas cerámicas, ilustradas sutilmente por los bocetos que les dieron origen.

    Esta exposición enmarcada en la celebración de los 150 años de BBVA, grupo financiero del cual forma parte BBVA Banco Provincial, da muestra del apoyo de la institución a la promoción del arte en Venezuela, como se puede apreciar en esta muestra que revela la coherencia de la obra artística de Vigas cuyo carácter y trascendencia nos resulta, sin duda alguna, claramente reconocible.

    Fundación BBVA Banco Provincial

    Tierra y fuego

    Fragmentos de un artículo de Rafael Pineda Caracas, octubre, 1981

    En cierto modo Oswaldo Vigas considera "un gran lujo" la oportunidad de añadir la experiencia del ceramista a las del pintor, pero explicable también por el hecho de que él nunca, durante más de treinta años consecutivos, ha abandonado la práctica del dibujo, o lo que es lo mismo, lo que otorga desarrollo y consistencia a las estructuras de la Nueva Figuración en toda su obra.

    Y como por otra parte, él es artista de archivos y documentos, al mismo tiempo que comenzó a frecuentar Cerámicas Carabobo, para familiarizarse con quienes serían sus colaboradores y los materiales a emplear para la realización de un mural en la fachada del Ateneo de Valencia, creyó oportuna la consulta de su libreta de apuntes.

    Allí están casi 40 años —desde 1943— de ideas ya realizadas y otras que se quedaron en el boceto, pero de todos modos partícipes del mismo rango totémico que la realidad americana confiere a personajes, brujas, bichos y animales, a todo lo largo de su obra, objetivados por una dialéctica morfológica - colorística en un contexto arcano. Por eso en las cerámicas de Oswaldo reaparecen no pocos de los seres fantásticos que ocupan todo el espacio de sus pinturas, tapicerías y gráficas, pero ahora reducidos a la dimensión de un talismán, dentro de un plato, una escudilla, un bowl, una bandeja. Es la diferencia que va del ofertorio al ídolo propiamente. En otros casos la pieza recoge un conglomerado sígnico que transcribe la gestualidad del artista como dato vivencial, del mismo modo que aquel otro repertorio pertenece a la potencia de la imaginación.

    La limitación de forma y formato, ya prevista en los cuatro objetos señalados y en las placas de grés y refractarios, le planteó el primer problema a resolver en situación perentoria: la de adaptarse al soporte, pero de tal modo que no constituyera sacrificio del ritmo pictórico ni cosa parecida, sino todo lo contrario, una exaltación del valor de la mancha y de la línea sobre un nuevo material. Y seguramente este es el hecho más resaltante en una producción que se acerca a doscientas piezas.

    Varios procedimientos usa Oswaldo en el traslado de sus propios esquemas pictóricos a la tierra abizcochada y en algunos casos cruda, donde él incide con metales y vegetales, con lo que encuentra al alcance si es que no se trata de las propias manos expresionistas. A ratos, en pleno proceso, lo asalta la impresión de estar dibujando en la piel viva del fresco. El resto de la operación es rutina para cualquiera de los buenos ceramistas experimentados que hoy están activos en Venezuela, sobre todo lo que refiere a las múltiples posibilidades en la aplicación de los esmaltes, los colores bajo cubierta, los óxidos a la parafina, el frotado, etc.

    Ahora viene la última fase de la operación que no es otra cosa que la respuesta que dará el fuego, de 1200 grados el grés y de 2000 grados el refractario. Las expectativas aumentan según el tiempo de cochura, de dos a varios días y con las mismas se repiten las ya experimentadas al principio, cuando el técnico se ocupa de vaciar la tierra en el molde previamente trabajado con Oswaldo.

    Ambas etapas renuevan cada vez el suspenso que, en el pintor, se expresa con un sudor frío, frente a las interrogantes de la tela; y en el ceramista, con un sudor caliente, como es de esperarse de un arte que es hecho una parte por el hombre y las otros dos por la tierra y el fuego.

    Brillante o mate, el variado colorido de la cerámica de Oswaldo está en estrecha correspondencia con el use del material, como superficie lisa ornamentada de manchas de colores quo se mezclan en relación contrastada y como superficie en la que interesa dibujar y pintar al relieve las tramas lineales que resaltan bajo los efectos de luz, en algunos casos sombreadas muy ligeramente para animar el campo monocromo.

    Cuando hubo un molde, de cada uno se hicieron varias piezas, pero como Oswaldo las trabajo en formas diferentes para particularizarlas, cada una es única y tiene su respectiva numeración, del mismo modo que todo el conjunto está firmado y fechado al reverso.

    De esta manera, siempre ateniéndose al margen del experimentalismo donde se apoyan muchos de los conceptos del arte actual, Oswaldo trabaja en la asimilación de la pintura a la cerámica, es decir: dos técnicas que por su respectivo carácter bidimensional y tridimensional, una vez reunidas en un mismo soporte, la arcilla en este caso, reclaman el máximo grado de síntesis o de lo contrario no se produciría la nivelación de ambas coma resultado visual y formal.

    De ese riesgo y de muchos otros, estaban perfectamente conscientes Pablo Picasso y Joan Miró, quienes sin embargo se cuentan entre los principales innovadores de la cerámica, a partir de la asistencia que el uno recibió de los esposos franceses Remy y el otro del catalán Artigas.

    Este concurso de pintores y artesanos, imprescindible en la práctica, origina entre otros cosas la revalorización de lo que Julio Carlo Argan llama "los modelos de la Cultura", frente a "los modelos de la Técnica" que están subordinados al diseño industrial y por lo tanto a las exigencias del consumo del mundo contemporáneo. Picasso y Miró, más interesados en la calidad que en la cantidad, producen objetos para la contemplación, del mismo modo que los herederos del Bauhaus se imponen la tarea de mantener el equilibrio entre funcionalidad y utilidad de esos mismos objetos. En fin, la pieza única, el deleite, mantiene su derecho a convivir también en la época de las plazas serializadas por exigencias pragmáticas, de las cuales depende la mitad de la vida.

    Sobre todos estos asuntos, largo y repetidas veces, ha meditado Oswaldo, al mismo tiempo que se intensifica su apasionamiento —no hay otro término— por la cerámica, lo que además no significa desmedro ni mucho menos para su dedicación a la pintura y a la tapicera. Por el contrario las tres actividades representan otros tantos momentos de un mismo lenguaje artístico que usa diferentes frases, o técnicas, para manifestar su dinámica de creatividad. La exploración de materiales y procedimientos de la cerámica, y Oswaldo no tiene la menor duda al respecto, tarde o temprano habrá de reflejarse en la obra del pintor, cuando empuñe el pincel con la mano que ya ha vivido otra alternativa: la de hacer de la tierra y del fuego otros instrumentos de la creación artística.

    *Rafael Pineda, 1926 – 2004. Escritor y crítico de arte