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    Ritos Elementales, Dioses Oscuros. Oswaldo Vigas, exposición antológica
    Galería de Arte Nacional, Caracas, Venezuela.
    Abril – junio, 1979.

    Esta muestra antológica de Oswaldo Vigas se enmarca en un ambicioso programa de exposiciones retrospectivas que la Galería de Arte Nacional ha consagrado a la divulgación de creadores de significativa trayectoria en nuestro arte contemporáneo. Dentro del mismo programa antológico ha sido presentada ya la obra de Mercedes Pardo y se dan los primeros pasos para otros montajes como el de los trabajos del artista venezolano-francés Charles Ventrillón Hober.

    Con estas exposiciones se pretende reunir y resumir la labor global de artistas a quienes no podría escamoteárseles el título de maestros y cuya obra individual no plantea ninguna reserva respecto a la necesidad de ser evaluada, confrontada y situada en la perspectiva de la historia de nuestras ideas plásticas. Concebidas como homenaje, como hitos de una evolución sostenida, ellas posibilitarán comprobar el valor intrínseco de esas obras y a la vez medir su aportación, sus relaciones, su grado de incidencia en el contexto de las búsquedas y movimientos que han dejado huellas en nuestro país.

    Para la Galería de Arte Nacional enfrentarse a este tipo de realización museográfica encara el reto de poner en práctica, como en efecto se ha puesto, la experiencia acumulada en los tres años de vida de esta institución. La organización de la muestra, desde la selección de las obras hasta el montaje y la elaboración del catálogo, ha implicado por igual a todos los Departamentos que en la Galería de Arte Nacional prestan una labor especializada. Pero no podemos pasar por alto el apoyo que hemos recibido de instituciones y personas, especialmente los coleccionistas, cuya colaboración es un acto de gentileza que nos sentimos obligados a reconocer aquí públicamente.

    Oswaldo Vigas: ritos elementales, dioses oscuros

    Armando Romero, GAN.

    Es posible señalar, sin temor a equivocarse, que la propia conformación de nuestro ser latinoamericano, las más de las veces abocado a una serie controvertida de influencias, ha pautado un comportamiento o desarrollo cultural que no siempre obedece a leyes establecidas o a códigos de evolución previsible. Aunque parezca ilógico suponerlo, ésta es una de las ventajas que tenemos para abrir el camino de nuestro propio conocimiento. La experiencia directa, fuente de muchos de los creadores latinoamericanos, permite el salto de la audacia, y así el acceso a un saber que de otra manera implicaría repetir búsquedas que pueden tener resultados fijos o determinados. Partiendo de una sabiduría casi infantil, el artista que se inicia toma lo que le nutre sin detenerse a mirar al pasado. Este queda para el futuro, como debe ser. 

    Los inicios de la pintura de Oswaldo Vigas en 1942, coinciden con estos planteamientos ya que es el fuerte impulso de lo espontáneo y de lo intuitivo lo que lo lanza a buscar su luz en un abstraccionismo onírico, donde se confunden también elementos del cubismo y del surrealismo. El artista cachorro juega a su antojo con las formas, se mueve con especial atrevimiento por el espacio como quien camina por encima de un piano y consigue que el azar genere a su paso un ritmo musical coherente; y es tal vez porque a pesar de esa carga de inexperiencia que lo aligera, la intuición también le ha señalado, desde un comienzo, la necesidad de una estructuración en la obra: un deseo de construcción lo acompañará siempre de allí en adelante.

    Animales fantásticos, pájaros, personajes populares entre diablos y disfraces, se entreveran en una materia vegetal donde predominan los azules. Como señala muy bien Gastón Diehl, Vigas evoca "en sus óleos ordenados y ricamente coloreados, en sus gouaches y sus dibujos autoritarios, un universo abstracto de formas entrelazadas y estrictas, de misteriosas floraciones, que presentaban ciertas analogías con obras de Kandinsky. Más tarde, su fantasía de carácter surrealista, hizo brotar un mundo siempre extraño de rostros y pájaros, mezclados en ritmos curvilíneos que comenzaban a definir volumen y espacio. La realidad intervino por el sesgo de la naturaleza muerta, dando lugar a siluetas femeninas de flexible esquema geométrico con contornos vigorosos y fondos ornamentados". [1]

    Como en todo artista, la obra de Vigas podría ser interpretada a través del lente de sus pasiones y obsesiones. Una de ellas es la pasión por la figura, que solamente en muy contadas ocasiones va a desaparecer completamente de su obra, y que cuando lo hace es simplemente para reaparecer con mayor vigor, como si el artista necesitara tocar esa tierra de lo humano para volver a volar con su imagen adentro, retornando cada vez que ella empieza a desdibujarse. Así, entre los años de 1944 y 1945 Vigas abre paso en su pintura a una figuración donde los personajes están delineados con mayor precisión, y aunque siempre tocados por esa atmósfera onírica, los tonos se suavizan para dar paso a una luz que se difunde por todo el cuadro, sin mayores contrastes. Sin embargo, la figura ya ha comenzado a sufrir alteraciones en el dibujo.

    Luego de haber obtenido una beca para seguir estudios universitarios se traslada a Mérida. Allí, en un comienzo, da paso a una etapa de estudio cezanniano. Pinta al aire libre, realizando apuntes del color que luego procesa en su taller. Bosques, casas, figuras, de una pincelada gruesa y corta que barre los contornos. Las figuras tienden, más adelante, a fundirse en el paisaje, puesto que están tratadas de la misma manera y llegan a formar parte de él. Vigas, nos dice el crítico de arte noruego Karl K. Ringstrom, "abandona la perspectiva clásica y la línea se configura en un espacio imaginario. Luego trabaja el dibujo, lo vuelve más fuerte, más imaginativo, mientras los colores, tratados con ímpetu, se hacen más violentos; ya en esa época intenta eliminar la oposición entre el objeto y el fondo". Más tarde "logra una serie de naturalezas muertas casi 'cezannianas'. Cada detalle es distintamente dibujado, los colores están finamente elaborados con una técnica impecable y el conjunto está impregnado por una luz que da a cada objeto su valor intrínseco. Partiendo de una pintura casi no-figurativa, pasando por el cubismo y un impresionismo libre y lírico, llega, contrariamente al desarrollo normal de las artes, a una pintura más bien realista''.[2]

    Entre 1948 y 1949, época en que se instala en Caracas y visita periódicamente la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas y el Taller Libre de Arte, el dibujo vuelve a adquirir fuerza, se recorta acentuando la individualidad de las figuras, que ahora se personalizan actuando como entes independientes, a medida que continúan deformándose progresivamente. Los colores son planos a la vez que están lacerados por el dinamismo del trazo. Ya es evidente ese amor a la geometría, al infinito estructurarse de las líneas que conducen al hermetismo de la composición.

    Vigas descubre entonces en la cerámica precolombina y en el arte africano que persiste en América, ésa su música de totems y figuras enhiestas, que nos observarán desde siempre con sus ojos dirigidos más allá de toda comprensión. La lucha por extraer del mundo aquello que como artista le pertenece, lo lleva a la alucinante conclusión de que toda esa materia sagrada estaba allí desde siempre, que su destino será afirmar lo que existe detrás de lo visible, que él es hombre del tiempo de los mitos ancestrales. Y, por lo tanto, hombre de constantes, es aquí cuando se materializa una de ellas: un velado humor se cuela por las figuras como un líquido misterioso que sirviera para aceitar ciertos mecanismos, que de otra manera se resquebrajarían. Podríamos, con justicia, equipararlo a ese humor de las figuras precolombinas, espanto de tanto primario superior. Como bien lo afirma el poeta Juan Sánchez Peláez: "Si en ocasiones el lirismo cede en esta materia plástica, el gesto inmediato rehúye el halago de los sentidos, y se torna dramático y crispado, no exento de una feroz melancolía o de humor". [3]

    Es por esto que los críticos no dejarán de ver en este período que se extiende hasta 1952, cuando el artista profundiza sus búsquedas por nuevas avenidas, denominado "Período de las Brujas", una etapa telúrica, onírica, mágica, donde lo terrible es el ángel que castiga las formas, a fin de que éstas suelten de sus garras a la fantasía que pugna por salir, cargada de una zoología de orígenes.

    Es obvio, pues, que su trabajo suscite acaloradas polémicas, las cuales se traducirán en artículos de prensa, comentarios, caricaturas, etc., de los principales diarios de Caracas y, asimismo, repercuta en un grupo de artistas que durante algún tiempo seguirían sus búsquedas. "(Vigas) posee su propio misterio, sus propias líneas, sus propios colores. Pinta con hondura apasionada, con desgarrada sensibilidad. Busca a través de líneas modernas la más antigua expresión plástica de nuestra tierra. Tiene fe en su destino de artista. Despierta encontradas, vehementes reacciones de admiración o de repulsa. Me cuento entre quienes creen en el futuro de este joven pintor venezolano", escribe en ese entonces Miguel Otero Silva." [4]

    Habiendo terminado sus estudios en 1951 y obtenido el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1952, Vigas se apresta a partir hacia París, donde fijará su residencia por varios años. Coincidiendo con estas fechas emprende una búsqueda que, originándose en su temática anterior, da paso a nuevos elementos: formas curvilíneas evocativas de imágenes relacionadas con un mundo animal agresivo: picos, dientes, tenazas.

    La intensa actividad que Vigas despliega en todas sus acciones, permite que su viaje a París no delimite un cambio en sus búsquedas caraqueñas. Ha tomado una vía de síntesis que, como decíamos antes, lo lleva a plantearse ciertos avatares de la forma. Es bueno señalar aquí, entre paréntesis, que la pintura de Vigas es evolutiva, no mutativa: el origen está dentro de Lo Mismo.

    Podemos ver, entonces, que de la tela surgen y quedan adheridos a ella fragmentos de un bestiario tropical, cálido, así como cierto tipo de personajes que en un proceso fuerte de despojamiento conservan sólo una estructura ósea que los identifica, aunque en toda ella prevalece un ritmo vibrante, de timbal y tambor. Este período y los que se sucederán hasta su retorno a Venezuela en 1964, no están representados en esta muestra. Sin embargo, nos referiremos a ellos por considerarlos fundamentales en su evolución plástica.

    Por estos años la influencia del geometrismo ya se había hecho sentir entre los pintores venezolanos, y Vigas, no lejano a estos afectos, acude a la cita con esa cara del absoluto. El proceso es gradual, va y viene, modulado por una constante vigilancia y extremo rigor. Pero Vigas no cede a esa pasión de totalidad; siempre crítico, a la busca de su propia identidad, por canales cercanos al constructivismo, va a liberarse pronto de las exigencias estéticas integracionistas a la arquitectura, que se habían concretado en sus murales para la Ciudad Universitaria de Caracas. El dibujo que delimita la figura se acentúa, la línea se engrosa, todo es más denso: son volúmenes construidos como bloques, masas de color. Objetos vegetales, como él mismo los define. Este período concluirá en un constructivismo más ascéptico, negro sobre blanco.

    Entre los años 57 y 58 Vigas regresa a Venezuela, lo que marca una pausa en su trabajo creativo. Realiza diversas actividades expositivas y políticas, estas últimas ligadas a la caída de la dictadura. Al retornar a Francia se sucede otro momento de reposo, lleno de cuestionamientos de carácter filosófico y religioso. A partir de esto se hace evidente una necesidad de ruptura que no lo había caracterizado, accediendo a un informalismo orgánico: exploración de la materia con predominio del blanco, hasta lograr masas densas. Aquiles Nazoa lo definirá certeramente: "Materias telúricas, asuntos fantasmagóricos, reemprenden todos los días en la pintura de Oswaldo Vigas la Odisea retrospectiva del hombre de América en pos de sus orígenes. Ha divagado largos años el pintor por el desamparado mundo de los miedos primarios, aquél en que todavía no han nacido los colores, allí donde lianas y raíces, musgos y follajes, pueblan de hórridas visiones nocturnas la niñez de la especie. Para comunicar en imágenes su melancólico 'viaje a la semilla', Oswaldo Vigas practica unas técnicas crudas, unas materias que de alguna manera se relacionan con la idea del fuego; superficies que sugieren labor de esmaltista, de crudo barro para el ladrillo, como también óxidos y cenizas". [5]

    Estas superficies se abrirán, explotarán, arrastrando tras de sí una materia que se adherirá al cuadro, para luego, marcada y violentada por la velocidad del trazo, dar paso a lo gestual. El caos de la creación permite que las formas se integren y desintegren, generando fantasmas de figuras, las cuales, a su vez, se materializan en "Los Personagrestes", que preludian el regreso a la figuración: esa necesidad de tierra de ser que define la pintura de Vigas. El orden está dentro del desorden de las formas en gestación.

    Sería largo, para las limitaciones de este trabajo, extenderse sobre este período. Hablemos sólo de esa escritura milenaria que se emparenta con la de nuestros más profundos antepasados. Robert Ganzo, el poeta, nos ilumina en este aspecto: "Una pequeña y sorprendente gruta prehistórica, tallada voluntariamente en la roca de un bosque de Tille de France, ha sido, en nuestros días, descubierta intacta. Sus paredes están, en su totalidad, cubiertas de signos de una escritura cuyo significado apenas podemos comprender.

    "He aquí, grabado en la piedra, ese Verbo que contiene los hechos esenciales de una Creación genuina o inventada por el hombre." Este Verbo antiquísimo ha sido renovado por Oswaldo Vigas cuando, grabando estos trazos, estos secretos contornos y formas que nos conciernen tan íntimamente, nos restituyen con sus luces subterráneas esas noches lejanas, al parecer perdidas". [6]

    Y por vía del dibujo y del grabado, de esa dureza del material que concreta la forma, se establece el retorno a la figuración, en momentos en que, por caminos del azar objetivo, también regresa a Venezuela. El carácter limitado de esta muestra, que no incluye la expectativa para una futura revisión de ellas. 

    Vigas ha regresado a Venezuela y misteriosamente, como si en ese altar de Los Andes estuviera una de las esencias de su pintura, se dirige a Mérida para fijar residencia allí por algunos años. El trazo violento que respondía a su etapa anterior continúa, pero ordena la figura, conservando el lenguaje gestual mientras da evidencia de la luz tropical que ahora lo hiere hondo, a flora y flor de sentidos y percepciones. Los elementos de una figuración fantástica, en un intento de enriquecer la propia imaginería, se afirman dando origen a las series de "Las María Lienza" y "Las Señoras": "... Un toque de reprimido humor que nunca dejó de asomarse en los cuadros de Vigas triunfa ahora con irrefrenada libertad (...), donde la ironía no es deformante, ni acusadora, ni mordaz, sino simplemente desencubridora y risueña. La atmósfera poética se expande en vetas profundas de color, en imágenes celestes, gestos y transfiguraciones que liberan la imaginación (...), y de nuevo la esencia ritual, los mitos de la fecundidad, las encarnaciones telúricas, la presencia desbordada y vital de la naturaleza", apunta el escritor Salvador Garmendia. [7]

    Fluir y refluir, transformar y persistir, son las olas de siempre en su pintura. La materia, plena en densidad, va desapareciendo poco apoco, en esta última etapa merideña, logrando afirmar un color plano, y así, esa corriente subterránea que arrastra las líneas aristadas de la geometría, emerge en estructuras rigurosas, espejo de un aislamiento y un retiro voluntario que es vida diaria en el artista. Se establece una relación de coincidencia con su pintura del año 52, tal vez debido a la geometrización marcada del personaje central de sus cuadros, que presenta formas de una tradición litúrgica y alegórica. Esta nueva síntesis es base para algunos de sus proyectos de tapicería, que realizará posteriormente.

    Los viajes, los desplazamientos físicos, han sido factores altamente dinámicos para la pintura de Oswaldo Vigas, tal vez por eso el regreso a Caracas en 1969 marque una nueva experiencia de libertad: las formas se expanden, las pinceladas se abren y aunque la pintura sigue diluida sobre la tela, la figura se torna más concreta. Hacia el año 73 comienza a producirse un desprendimiento del color, reduciéndose a los grises y blancos de esas figuras de "Damas" y "Fripones" calcinados por la sal de los despojamientos.

    Es en el vértigo que se condensa el trabajo de Vigas, de tal manera que la necesidad de concretar ideas lo más pronto posible, lo lleva al acrílico en pequeño formato, enriqueciéndose la temática y así, cuando entre 1976 y 1977 se enfrenta al reto del gran formato, lo puede realizar con el empuje y la fuerza que requiere. "El proceso de pintar quiere sustraerse al sentimiento personal para insertarse en una visión cósmica. Pero el contenido de las imágenes permanece en una zona del subconsciente y para ser recobradas éstas exigen impulsos fuertes que ponen enjuego la gesticulación. De allí que estos impulsos son seguidos por la reflexión, por el cambio de formatos a través de una escala que va del cuadro de reducidísimas proporciones a un soporte de dimensiones murales. En esta proyección, cada tema o conjunto de temas se desarrolla en forma serial, hasta ser agotado. A una serie donde predomina la entonación blanca sucede otra en la que el color dominante es el ocre amarillo o el azul. El mundo de Vigas abre sus puertas frente a una selva donde los árboles y el follaje sonoros comienzan a tomar consistencia fantástica. Del detalle se pasa rápidamente a los planos generales con relación a los cuales el cuadro viene a ser un fragmento recortado", afirma el poeta Juan Calzadilla. [8]

    Es imposible bucear en la pintura de Oswaldo Vigas sin sentir que se está en aguas del mestizaje americano. Todas las corrientes, todas las búsquedas están en perenne revisión, afirmándose y contradiciéndose al mismo tiempo. Hay que hablar, asimismo, de esa sabiduría que al bullir en la superficie puede ser violenta o tranquila sin aparente razón, pero que en su fondo se combustiona con las verdades del ser. De la ascesis al barroquismo y del barroco a la síntesis: esa ley de "Los Ancestros" pide cumplirse, con la vehemencia que la caracteriza. ”Un arte en que el espíritu desempeña un papel principal no es forzosamente cerebral”, dice Fierre Reverdy". [9]

    Poesía a brochazo limpio, la obra de Vigas es realidad de ritos elementales, de dioses oscuros.

    Marzo, 1979.



    Notas

    [1]Gaston Diehl. Oswaldo Vigas. Armitano Publishers, Caracas. In press.
    [2]Karl K. Ringström, Oswaldo Vigas. University of Carabobo, Valencia, 1964.
    [3]Juan Sánchez Peláez, The Witches. Family tree. Catalog. Caracas, 1966.
    [4]Miguel Otero Silva, Oswaldo Vigas 1946-1952. Catalog. Caracas, 1952.
    [5]Aquiles Nazoa, Vigas. Mystifications. Catalog. Caracas, 1970.
    [6]Robert Ganzo, O. Vigas: Prints, Drawings, Gouaches. Catalog. Caracas, 1964.
    [7]Salvador Garmendia, Vigas, paintings 1965-1967. Catalog. Caracas, 1967.
    [8]Juan Calzadilla, Vigas: Image of an expressive identity. Catalog, Caracas, 1977.
    [9]Pierre Reverdy, Writings for a poetic. Monte Avila Publishers, 1976.