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    Oswaldo Vigas. Exposición Retrospectiva
    Ateneo de Valencia, Valencia, Venezuela
    Diciembre 1964 - enero de 1965

    Vigas

    La obra de Oswaldo Vigas nos revela un mundo misterioso, complejo, insólito, que va desde el post-impresionismo hasta la pintura gestual, pasando por una figuración, fantasmal, podríamos decir mágica, a veces fuertemente dibujada, a veces sugestiva y alusiva. Su arte es rico, variado, casi contradictorio, pero su desarrollo es orgánico y sobre todo lógico.

    La pintura de Vigas traduce una espontaneidad dominada por una voluntad fuerte que refleja el profundo conflicto de su espíritu, la lucha perpetua entre su necesidad instintiva de pintar libremente y la imposibilidad de romper con la vigilancia del intelecto, razón por la cual descubrimos en su obra una tensión, una vida interior conmovedora y profundamente humana.

    Con obstinación y valentía siguió su camino sin renunciar a las experiencias más audaces y osadas. Casi autodidacta, sus verdaderos maestros fueron los museos y los libros. Es practicando el oficio, pintando con inteligencia y lucidez, como ha encontrado el cimiento sobre  el cual ha podido construir. Abierto, sensible, analítico y soñador, no se deja llevar solamente por la intuición inmediata sino que hace también un puente entre el arte actual y el arte precolombino. Su autenticidad natural no le permite europeizar fatalmente su lenguaje pictórico; por encima de todo, queda profundamente arraigado a la tierra natal que lo nutrió y lo ha formado.

    Oswaldo Vigas nació el 4 de agosto de 1926 en Valencia (Venezuela), donde realizó todos sus estudios escolares y se recibió de bachiller en 1946. Mientras tanto había empezado a pintar solo, Valencia no tenía Escuela de Bellas Artes. Sus primeras obras fueron casi no-figurativas; los temas se encuentran traspuestos a tal punto que cualquier rasgo de representación desaparece. Muy pronto, el pintor Braulio Solazar, fundador de la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad, se interesó en él y le estimuló.

    Antes de dejar a Valencia en 1946, con 20 años de edad, ya Vigas había realizado tres exposiciones (1943-45-46). Le ofrecen una  beca para estudiar en la Escuela de Bellas Arles de Caracas, pero prefiere irse a Mérida a estudiar Medicina.

    En esa ciudad andina, donde tampoco había Escuela de Bellas Artes, sigue pintando; pintura netamente figurativa, de fondo claro, aéreo y luminoso. Fuera de algunas naturalezas muertas, de fuertes colores y materia rica, lo atraía particularmente la forma humana que trata con una gran libertad. Pronto logra una expresión muy poética en la cual los personajes vienen confundiéndose con el fondo; abandona la perspectiva clásica y la línea se configura en un espacio imaginado. Luego trabaja el dibujo, lo vuelve más fuerte, más imaginativo, mientras los colores, tratados con ímpetu, se hacen más violentos; ya en esta época intenta eliminar la oposición entre el objeto y el fondo.

    Repentinamente, siempre en 1947, logra una serie de naturalezas muertas casi "cezanianas". Cada detalle es distintamente dibujado, los colores están finamente elaborados con una técnica impecable y el conjunto está impregnado por una luz que da a cada objeto su valor intrínseco. Partiendo de una pintura casi no-figurativa, pasando por el cubismo y un impresionismo libre y lírico, llega, contrariamente al desarrollo normal de las artes, a una pintura más bien realista. El espíritu independiente, franco y sano de Vigas se manifiesta en esta evolución contradictoria. Su arte no es ni gratuito ni inconsciente, aun cuando deje actuar libremente a su imaginación; logra de manera inusitada temas insólitos, no para esquivar ciertos problemas pictóricos, sino para conocerlos mejor y resolverlos. Su intelecto le permite liberar imágenes muy personales a las cuales da forma su imaginación. Los personajes retoman rápidamente un lugar predominante y los contornos, diseñados con mucha libertad, se destacan netamente en la superficie donde se integran y pierden su individualidad; son casi objetos.

    En los últimos días de 1948 sale para Caracas con el propósito de terminar sus estudios de Medicina y es allí donde su sintaxis cambia radicalmente. Al frecuentar los museos, se asombra y se entusiasma por el arte pre-colombino; sus telas se hacen entonces más fantasmales por la libre interpretación de una iconografía que acaba de aprender, de apreciar y más aún de comprender. Al mismo tiempo, puede, al fin, estudiar en una escuela de plástica, pero sus propias investigaciones y su escritura personal están muy avanzadas, tanto en lo técnico como en lo humano, para que pueda sacar algún partido de la enseñanza académica.

    En 1949 inicia un periodo pictórico-fantástico y mágico en el cual los sueños y la realidad Se mezclan y crean un mundo alucinante. La escala de colores se hace sorda y misteriosa, pero también más sensible, más sutil el dibujo se vuelve más fino, más alusivo más contrastado, más agresivo. Siempre tiene el misterio un lado diabólico e infernal, lleno de sufrimientos. El ser pierde su aspecto humano, se transforma en un peón, en el gran juego de un destino despiadado e incomprensible. El rasgo es rígido, preciso y la figuración alusiva; Vigas logra monstruos telúrico; como en los misterios primitivos.

    En la misma época hacia 1950 en su obra los animales imaginarios, al lado del ser humano que sigue siendo, hasta 1952, su tema principal, con todo aquello que implica de intangible e inasequible. Tema femenino de la fertilidad, de la naturaleza creadora y prolija, del ser condenado a la muerte y a la vida eterna. El fondo de su obra es — y queda todavía — esencialmente místico, en cierto modo primitivo, pero concebido por una inteligencia lúcida del siglo XX.

    Al terminar 1952, por una reducción de sus medios pictóricos, logra una pintura semi-abstracta, de dibujo construido; en ella se distinguen formas reales, dientes, cuernos... elementos agresivos e infernales, echados en un mundo habitado por monstruos sin cuerpo. Es una imaginería, primitiva, sin piedad aunque muy poética.

    Termina sus estudios en el mismo año y se plantea un grave problema: ser pintor o médico. Durante algunos meses trabaja en un hospital caraqueño pero su vocación pictórica se impone imperiosamente. Al concluir 1952, con el Premio Nacional de Pintura Venezolana, el Premio John Boulton y el Premio Arturo Michelena, se marcha a París. Ese encuentro con el centro mundial de la pintura apenas cambia su visión pictórica, pero sí lo anima y lo estimula. En 1953, sigue cursos de litografía en la Escuela de Bellas Artes y trabaja también en hospitales parisienses.

    En 1954, su pintura se vuelve casi no-figulativa por la eliminación de los detalles (cuadros muy construidos como los cuatro grandes mosaicos que realizó para la Ciudad Universitaria de Caracas). Este espíritu no correspondía enteramente con su temperamento: le gusta construir, pero con absoluta libertad, tal como lo muestran sus obras de 1956 cuya materia es rica, las formas simples, y la composición compleja. Sin embargo, estos cuadros muy abstractos, expresan una poderosa fuerza imaginativa; se siente la presencia del hombre, de formas vitales y vivas. El crítico de arte J. M. Moreno Galván escribe al respecto: "Conozco, o pretendo conocer suficientemente la evolución pictórica de Vigas para adivinar, en su pintura actual, abstracta, la descendencia natural de su pintura figurativa anterior. Esta evolución se efectuó paulatinamente, con un coherencia ejemplar. Esta figuración primitiva respondía claramente a una presencia de demonios de la naturaleza, demonios animistas, vegetales y hasta minerales en el ámbito americano donde se realizaron. La evolución de Vigas — hay que insistir sobre este punto — se ha manifestado por un cambio en la forma y no en la realidad. La realidad sigue siendo aquella de los demonios, los demonios de su tierra natal, reducidos a su forma esencial". [1]

    Sus telas de 1957 a 1961 van de una expresión abstracta de contornos precisos armoniosamente ritmados, hasta una pintura no – figurativa donde las formas se dibujan libremente en una materia rica y espesa. Gaston Diehl, quien ha seguido de cerca la progresión de Vigas durante años, afirma que “antes de llegar a esa expresión densa, castigada, con evidente monumentalidad, vigas tuvo que proceder a una liberación progresiva de sí mismo, de su técnica, rechazar los efectos fáciles, someterse a la estricta disciplina de un esquematismo riguroso en las formas, renunciar, incluso provisionalmente, a los atractivos encantadores de la materia coloreada. Tantas pruebas, cuyos efectos se podían ver en su última exposición, que experimentó con rara lucidez y de las cuales supo, en cada oportunidad, sacar el mayor provecho para hacer su lenguaje más conciso, más personal en la forma y el acento". [2]

    A partir de 1960, su dibujo se vuelve cada día menos legible; se integra enteramente en una materia densa, espesa y cuidadosamente trabajada, para desaparecer completamente en un plano atmosférico irreal, perfectamente equilibrado por una escala ingeniosa de colores muy livianos, casi vaporizados. Traduce el misterio humano, tanto en la densidad de una pasta alusiva, telúrica, como en un lirismo que vuelve al mundo un sueño sin formas, sin contenido preciso, aunque real por su esperanza, su certidumbre de que la irrealidad pertenece al hombre.

    "Su pintura es sólida y sensible, su mano tiene verdadero sabor... se siente... un gusto táctil de la materia que parece ser la trasposición de un gusto más profundo, de una tierra cálida y húmeda... Las pinturas de Vigas primero son paisajes, luego son imágenes de la tierra — para adquirir finalmente, en su fondo rugoso, la calidad mayor de los muros donde el sueño, cuando no la magia, comienza... Rechazando cualquier solución de facilidad — ellas (las formas) sin embargo, no están disueltas, están más bien integradas dentro del espacio sólido — y esto no solamente ha conservado sino que ha incrementado su potencio original". [3]

    Vigas no abandona completamente la figuración; ella permanece, persiste, renace en la vorágine de las formas, en sus obras gestuales y libres al extremo logradas en 1962. Las pinceladas, echadas rápidamente en la tela lo liberan de la custodia perpetua del intelecto. Por el gesto “instintivo”, el acto de pintor es considerado como irracional, espontáneo, dirigido por las fuerzas de la naturaleza; se encuentra una confirmación de tal actitud en el Budismo Zen: al repetir un gesto o varios gestos casi al infinito, se lograría la perfección sin pensar o reflexionar en el acto de ejecución; aquél habría de ser tan natural, tan automático, como el andar o respirar.

    El arto de pintar, aun siendo una liberación, es, antes eme nada, una creación, y como tal, está subordinado a las leves de la composición. La creación de por sí es "indefinible", pero la obra lograda es el producto de su conclusión. Actualmente Vigas ha llevado la pintura gestual a una amplitud, una plenitud, donde la espontaneidad es más dominada, más vigilada. "Con Vigas la actividad artística no tiene por objeto exclusivo el simple deleite de los sentidos; es, por el contrario, la manifestación de una personalidad, de una voluntad de actuar sobre el mundo para dominar sus fuerzas y realizarse mejor. A través de su gesto físico, el pintor afronta la naturaleza y pone a prueba su propia naturaleza". [4]

    Los misterios que nos encantan, siempre están presentes, pero el azar, sin que fuera calculado, ha sido vigilado. Esto se ve particularmente en sus últimos grabados, tan importantes como fascinantes. Aquí todo está perfectamente orquestado, el gesto, frenado por la resistencia de la materia, se integra completamente en un conjunto vivo, verdadero, que respira y florece.

    Karl k. Ringström
    (Traducción: Pierre de Place)


    Notas

    [1]Catálogo "Fundación Eugenio Mendoza", Caracas, Octubre 1957.
    [2]Id.
    [3]J. A. Franca: "Aujourd'hui" N° 31, pág. 38, París, Febrero 1961.
    [4]R. J. Moulin: Catálogo de la Exposición en la Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, Julio 1964.