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    Oswaldo Vigas. Ceremoniales. Obras recientes
    Centro Armitano de Arte, Caracas, Venezuela
    Septiembre - octubre 1989

    "...Nuestro continente está poblado de señales y advertencias oscuras. Signos telúricos, magia y exorcismos son componentes hondos de nuestra condición. Al mismo tiempo que nos revelan estos símbolos nos sitúan y comprometen dentro de un mundo de efervescencias inquietantes..."
    Oswaldo Vigas

    Desde hace cuatro años Oswaldo Vigas no nos había ofrecido una exposición individual propiamente dicha. Cierto es que no había desaparecido del mapa, algo impensable de él, no sólo por su participación en algunas muestras colectivas y sus siempre abiertas invitaciones a su taller —donde es posible seguir paso a paso la insistente mortificación que hace de sí mismo y de la pintura—, sino también por esos fulgurantes y polémicos escritos que de tanto en tanto publica acerca del presente y el posible devenir de nuestra cultura. Sin embargo, no importa cuánto uno crea estar familiarizado con la obra de Vigas, el enfrentarnos a un conjunto de cuadros especialmente escogidos para una exposición, sorprende por su radical implantación en medio de lo extra-ordinario, su coherencia lingüística y su legitimidad o si se prefiere, credibilidad.

    En el fondo, se trata de tres aspectos distintos de lo mismo: una vida empeñada desde hace bastante más de cuarenta años en saber escuchar el confuso rumor que llega desde los más remotos arquemitos de la humanidad y desde los estratos más profundos de la psiquis del artista; prefigurar y decantar ese maravilloso —y pavoroso— caudal, colectivo e individual a la vez, e informarlo, darle forma, visibilidad con un estilo que no sólo se nutre de sí mismo, sino de un modo de ser americano. Vigas está muy consciente de ello, y así lo afirmaba en una entrevista inédita realizada el pasado año: "En mi obra hay formas aprehendidas del arte arcaico, pero también cuando pinto hay mucha gente detrás de mí (los maestros a quienes admiro y los grandes ancestros de América y de los Reinos africanos); uno no es del todo libre, están todos esos seres y culturas sugiriéndonos lo que hay que hacer. Además, al pintar se trabaja con elementos del mundo irracional que se ordenan y transforman en imagen. Ordenar lo irracional y hacerlo visible, eso es la creación". No es un "hacer visible" común ni de lo común, si entendemos este término como lo usual y cotidiano. Especialmente desde aquellas brujas iniciales pintadas en el filo de la década de los 50, Vigas se adentra en lo extra-ordinario, en un universo que había sido preterido en la plástica venezolana hasta entonces: el ancestral mundo de los sortilegios, de los mitos y la magia, subyacente pero no por eso inerte, debajo de la costra "racional", tecnológica y utilitaria extendida en nuestra sociedad. Ayer como hoy, la pintura de Vigas hace aflorar lo in-usual ante nuestra percepción porque expresa (no registra) imágenes, pulsiones, gestos, ceremonias, ámbitos y atmósferas de lo recóndito y que no por ser muy propios de la constelada esencia latinoamericana, están siempre presentes y, sobre todo, manifiestos con tanta densidad de sentido y tanta calidad artística, como hoy se nos revela en esta exposición.

    Y ello no es flor de un día, acierto fugaz y repentino. Para crear y mostrarnos estas obras -por ejemplo, Litúrgica, la más reciente—, para extraer y configurar sus personajes, Vigas no se ha conformado, como Orfeo, con un solo descenso a los abismos: durante decenios su vida artística ha sido y es la de un incesante explorador del subterráneo ser y quehacer americanos, para luego regresar y ofrecernos sus asombrados y asombrosos iconos, siempre remozados por su visión personal, por su estilo, lo cual consiste en "una manera constante e inexpugnable de ver las cosas" —como anotaba B. Berenson—. Ese estilo es la coherencia lingüística que señalamos al principio, es el poseer la capacidad de expresarse consecuentemente en las distintas fases de un dilatado proceso creativo.

    Con una lucidez que espanta (por anticipar su propio destino), el artista perfila desde 1950 los elementos básicos, concentrados, arquetípicos, de la mayor parte de su ulterior discurso y decurso plásticos. Obviamente no se trata de que Vigas tuviera, desde los comienzos, un secreto repertorio iconográfico el cual fue apareciendo a lo largo de los años, sino de conocer y cultivar las propias aptitudes, el campo vital más íntimo y fecundo, desde donde ir dando forma y símbolo a creaturas en renovada y coherente gestación. Si los personajes de Vigas nos parecen ya entrevistos y, a la vez, inéditos, es debido a la profunda autenticidad que signa toda su gran pintura, a esa "visión inexpugnable" de quien sabe que lo único válido es la imagen, que el Universo mismo es pura imagen.

    Y autenticidad quiere decir también en Vigas legitimidad y credibilidad, porque en su obra lo universal se ha interiorizado, sin residuos o manierismos periféricos. Si como se ha dicho, la cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo lo aprendido, entonces la pintura de Vigas tiene su propio e intransferible valor, su legitimidad, al asumir, cómo no, los grandes lenguajes del arte contemporáneo, pero con una inequívoca actitud nacida de las atormentadas raíces de América Latina. Por eso, por saber distinguir entre lo esencialmente auténtico y lo irremediablemente ajeno, la obra de Vigas es creíble. Lo cual no es poco decir en los tiempos que corren, porque ella se presenta no sólo como paradigma de una estética, sino también de algo que quizá necesitamos aún más: de una ética.

    Carlos Silva
    Caracas, agosto 1989

    "...Su profético llamado traduce el sueño de cada uno de nosotros, esas promesas del alba, esa espera de una transfiguración imprevista, ese poder de transmutación entre todos los reinos, ese deseo de encantamiento por demás inaccesible...".
    Gastón Diehl. París, 1978

    "...La obra de Oswaldo Vigas deja un nuevo muro en la construcción del edificio hispanoamericano que todos estamos ansiosos de continuar. Hoy, cuando las estéticas foráneas transculturizan la plástica del continente, ella es un ejemplo de búsqueda, de constancia y de fe...".
    Sebastián Romero. Bogotá, 1973

    “El Caribe, vértebra de las dos Américas, está realizando su mito a través de sus pintores. (...) La obra de Oswaldo Vigas viene a confirmárnoslo...".
    José María Moreno Galván. Madrid, 1955

    "...Vibrante de color, tenso en la forma, barroco en la composición de equilibrio inestable, americano en las raíces que sustentan su inspiración, el arte de Oswaldo Vigas ocupa lugar insoslayable en la plástica de nuestro continente...".
    Rafael Squirru. Buenos Aires, 1979

    "...Siempre tiene el misterio un lado diabólico e infernal, lleno de sufrimientos. El ser pierde su aspecto humano, se transforma en una pieza en medio del gran juego de un destino despiadado e incomprensible. El rasgo es rígido, preciso, y la figuración alusiva. Vigas logra monstruos telúricos como en los misterios primitivos...".
    Karl K. Ringström. París, 1964

    "...Vigas pertenece a una notable estirpe contemporánea. ... Coloco en ella a todos los artistas latinoamericanos de valor que siguieron lealmente un punto de vista, sin aceptar modificaciones impuestas desde afuera por la presión de la moda o la urgencia del cambio.
    ... Cada período de su obra se desprende del anterior por necesidad formal y expresiva. Entre unos y otros (cuadros) además no existe una progresión lineal, un simple ir hacia adelante, sino que muchas veces vuelve sobre sus pasos y retoma una actitud y un tema bajo otros puntos de vista...".
    Marta Traba. Caracas, 1973

    "...En estos momentos un arte como el de Vigas se presenta con especial claridad y urgencia. Para quienes pueden leer en sus lienzos el diálogo entre mito y gesto abstracto, entre presente y pasado y entre el individuo y la conciencia colectiva de una raza, la obra de Vigas ofrece un acercamiento a una sensibilidad profundamente poética y humana (...). Vigas representa un nuevo tipo de conciencia en el arte latinoamericano (...). Él ve el símbolo, o un nuevo modo de formar símbolos, como una forma poderosa de crear arte...".
    Ricardo Pau Llosa. Miami, 1986

    "...Lo fulgurante del color, la firmeza de la escritura, los sordos empujes de un material siempre en devenir, crean imperiosas tensiones dramáticas que Vigas mantiene y exalta hasta los límites extremos de sus resonancias...".
    Raoul Jean Moulin. París, 1963