Artistas De Hoy: Oswaldo Vigas
J.J. Tharrats
Revista Barcelona. Mayo de 1957
Que Venezuela se halla en pleno auge artístico y espiritual podemos imaginarlo viendo estas extraordinarias fotografías que de la Ciudad Universitaria de Caracas publican las principales revistas de arquitectura europeas y americanas. Puede que estos espléndidos mosaicos de Fernand Léger, estas vigorosas esculturas de Laurens, estos armónicos murales de Vasarely o estos mágicos techos de Calder constituyan, por el momento, el único ejemplo categórico que puedan ofrecernos los venezolanos, pero, como ejemplo, como punto de partida hacia otras tan contundentes realizaciones, lo conseguido en la Ciudad Universitaria de Caracas ya es mucho. Es más, siempre hemos creído que la pobreza no es buena consejera de los artistas. A mayor abundamiento económico, a una más floreciente riqueza industrial debe corresponder, también, un renovado impulso creador de parte de los mejores artistas del momento. Las grandes obras maestras de la pintura y de la escultura que jalonan las más significativas etapas de la historia, -como las de la arquitectura- han surgido casi siempre por encargo. Raras veces e1 artista puede producirse en sociedad, puede prescindir de la sociedad o de la circunstancia histórica que le rodea. Por ello, los países llamados a dominar artísticamente, son también aquellos cuyo poderío económico va en cabeza. Venezuela y los Estados Unidos pueden ser la Grecia o el Egipto de la segunda mitad del siglo XX.
Entre los mejores artistas venezolanos del momento actual queremos destacar a Oswaldo Vigas, pintor cuyas obras nos sorprendieron en la III Bienal Hispanoamericana y que presenta, actualmente, una antología de su joven pero ya abundantísima producción en la sala de exposiciones del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Oswaldo Vigas nació en Valencia (Venezuela) en 1926, ha obtenido seis grandes premios de pintura en su país y se ha hecho acreedor de otro importante galardón concedido por el Museo de Houston (Texas-Estados Unidos). El artista expone en el Salón de Mayo de París desde 1953 y ha representado a Venezuela en el Carnegíe Internacional de Pintura de Pitsburgo, en las Bienales de Sao Paulo, Venecia e Hispanoamericana, etcétera. Para la Ciudad Universitaria de Caracas ha pintado una decoración mural de casi ciento cuarenta metros cuadrados. Desde el año 1952, reside en París, habiendo realizado hace unos meses, en la galería “La Roue” de la capital francesa una exposición que ha merecido el elogio de algunas de las más autorizadas plumas.
El arte de Oswaldo Vigas está marcado con aquellos acentos totémicos y con aquellas violencias cromáticas que parecen ser el alma de las más expresivas y apasionadas pinturas de un Portínarí, de un Tamayo, de un Matta, de un Peláez o de un Wifredo Lam. En sus viriles superficies de color las yuxtaposiciones de tintas y de materias son quebradas por unos trazos negros, ora afilados, ora mordientes que el artista prodiga con la misma insistencia biológica que hacia grabar al hombre primitivo de la América Central, en la dura piedra, aquellos signos religiosos o cabalísticos que resumían, tal vez, todo un acontecer, toda una vida. Estas petrografías, nos explica Oswaldo Vigas, aparecen a veces en los parajes más inaccesibles, en rocas completamente inexpugnables, en bóvedas de grutas altísimas a las que el hombre no pudo llegar sino en el caso de ser casi cubierto por las aguas y de que por unos lagos hoy desaparecidos pudieran desde sus embarcaciones arañar cómodamente aquellos techos. He aquí, como, por un imperioso mandato ancestral, Vigas parece resumir en su pintura aquella idea preconizada por Torres-García, la idea de “hacer un arte virgen, pero penetrado de las esencias de cada tierra y llegar con esto a la unificación dentro de la mayor diversidad, de todo el arte del Continente”.
